No son nuevas nuestras cavilaciones sobre la formación
disponible en el mercado cuando terminamos nuestros estudios oficiales y que
nos habilitan para el ejercicio profesional. Hemos hablado sobre los matices y
requerimientos que la diferencian en varias ocasiones. Ahora, inmersos de nuevo
en un curso, recobramos alguna reflexión y aportamos nuevas.
En los últimos años, aunque nos parezca que hace más tiempo,
han irrumpido nuevas formas de enseñanza en el ámbito de la educación formal
que se han extendido a otros entornos educativos. La educación a distancia
tiene ya una larga vida, pero nos referimos a la incorporacón de las
tecnologías de información y comunicación (TIC) para facilitar el acceso a todo
tipo de acciones formativas. Así, surgieron cursos con envío de temarios y
evaluación a través de la red, campus, foros, recursos audiovisuales. Con esto
estamos la mayoría, al menos de oídas, familiarizados. La incorporación de los
cursos en línea masivos abiertos (COMA en su acrónimo castellano o MOOC, de Massive
Open Online Courses, en inglés) ha supuesto un avance en la formación en
general y en la formación a distancia en particular. La cuestión es para
nosotros si no es hora de incorporar estos avances de manera determinante a la
formación en la Fisioterapia.
Un comentario recurrente es que, a priori, la enseñanza de
fisioterapia, dado su elevado componente práctico, no puede incluir formación a
distancia. Pero parece obvio que hay una cantidad ingente y creciente de
materia teórica susceptible de ser adquirida y/o recordada con los medios
clásicos (libros, revistas, vídeos, audio) o a través de la red con sus
múltiples recursos. Esto puede enriquecer y contribuir decididamente a una
mejor formación práctica. Un curso al que estamos asistiendo nos ha hecho
plantearnos cómo incorporar las TIC en el ámbito, también, de la formación en
competencias no teóricas.
La clase expositiva, en la que el alumno atiende y recibe
información de forma pasiva, sobre contenidos de distinta índole en la esfera
de la Fisioterapia (anatomía, biomecánica, bioética, epidemiología, patología,
o informática aplicada, por citar algunos), que comprenden la formación en
competencias transversales y/o específicas no tienen que ser ni la primera ni
la principal opción para transmitir estas materias. Al menos en la formación
posgrado. Parece asumible contemplar la entrega o acceso previo como parte del
curso de todo el material en formato de texto, audiovisual (podcast, vídeos,
presentaciones) o por medio de enlaces a sitios web. También, por qué no, se
puede incorporar material audiovisual con contenido práctico. Ello posibilita
la preparación e incluso la práctica simulada y, en ocasiones, real con
pacientes.
Es posible evaluar el conocimiento teórico del alumno en
plataformas que alojan los cursos (Moodle, WebCT,…) y condicionar el acceso
completo o parcial al resto de los mismos a la superación de las pruebas.
También sería posible que el inicio de ciertos módulos prácticos presenciales
tuviera esa misma condición, tanto si se ha seguido el contenido teórico en
línea como si se pretende una evaluación con acceso libre. Esto evitaría la
redundancia de contenidos y aprendizajes por los que el profesional ya ha sido
evaluado en la formación de Grado o haya adquirido en formaciones posteriores.
Si un curso no es
gratuito, la formación en la red de contenidos teóricos evita desplazamientos y
puede ahorrar parte del curso al alumno que supere las pruebas de acceso libre
a la parte práctica del curso, cuando sea el caso.
Sin entrar en la calidad de la formación, pueden ponerse
pegas a esta modalidad de formación en Fisioterapia. Pudiera pensarse en que se
facilita la adquisición de conocimientos y destrezas reservadas legalmente al
fisioterapeuta por parte de otros, es decir, el intrusismo. Sin embargo, la
información está ya en libros, revistas, en
la red. No se puede impedir el acceso a ella y, en todo caso, ello no
habilita para el ejercicio de los procedimientos propios de la Fisioterapia. De
hecho, los cursos ya disponibles, si
pretenden ser serios, no han de entregar certificación alguna si no se acredita
la titulación pertinente ni la formación por evaluación presencial.
Evidentemente esta nueva forma de enseñar y aprender supone
un cambio de marco, una ruptura con la formación que la mayoría de nosotros
hemos seguido. En los cursos se reitera lo supuestamente conocido por cualquier
profesional. Si lo hemos olvidado debería ser nuestra responsabilidad
reaprenderlo y, desde luego, nos parece mucho mejor que se nos brinde la
oportunidad de no volver a cursar esos contenidos. Y con el consiguiente ahorro
de coste en caso de no gratuidad. El tiempo empleado en una gran parte de la
formación presencial que se imparte en fisioterapia se vería considerablemente
reducido, centrándonos en la práctica, y con unos alumnos que tendrán o habrán
adquirido (de forma autónoma o a través de los contenidos teóricos
proporcionados previamente) la base necesaria para el seguimiento del curso.
El cambio de paradigma va a encontrar resistencias en un
modelo que ha “engordado” la duración de los cursos de posgrado con las
redundancias antes aludidas a cambio de un precio y un tiempo prescindibles.
También va a exigir, si los administradores así lo piden, una preparación
previa para poder acceder a los cursos, tanto teóricos como prácticos o mixtos.
A cambio tendremos cursos de pago más asequibles, asistentes obligados a
conocer el tema y a poseer conocimientos supuestos desde su titulación, y
cursos que cumplan mucho mejor con su función, proporcionar conocimientos y
habilidades.
En Fisioterapia hay múltiples ejemplos de formación en
línea. Muchos adolecen de falta de control sobre el seguimiento efectivo o la
titulación del alumnado. Son dificultades que sólo se podrán solventar con una
evaluación presencial y acreditada. De lo que no hay precedentes, hasta donde
nosotros sabemos, es de COMA específicos más que el proporcionado por
fisioEducación sobre Terapia Miofascial. Sin duda es un hecho reseñable, del
que cabría esperar una parte práctica para completar el aprendizaje y una
evaluación presencial, a costa quizás de perder la condición de COMA, para
adquirir las características que propicien la acreditación.
El camino se ha abierto. Creemos que el cambio de modelo de
la formación posgrado debe evolucionar hacia unas formas más flexibles, más
versátiles, más económicas y más eficientes. La formación a distancia está ya
ahí, pero si queremos que sea de calidad a la vez que exigente es necesario
afrontar responsabilidades y retos, tanto de instituciones formadoras, como de
docentes y discentes. ¿Te apuntas a este curso?
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